26 abr 2012

La fotografía más reproducida de la historia.

Hace unos años (no muchos), me matriculé en la facultad en una asignatura llamada “Historia de la fotografía”. La verdad es que no esperaba aprender gran cosa, ya que tras algún que otro curso anual y 3 ó 4 años de carrera pensé que poco más podría aprender de la historia de la fotografía. No obstante, nuestro profesor lo enfocó de tal manera, que estas fueron algunas de las clases más bonitas que recibí en la universidad, tanto por el contenido como por la forma. En cuanto a la forma, una de las cosas que teníamos que hacer cada uno de nosotros era exponer un trabajo al resto de nuestros compañeros  sobre un fotógrafo de nuestra elección. Recuerdo que hablaron de Cecil Beaton, de Alberto García Alix, de Isabel Muñoz, de Francesca Woodman (a quién más adelante le dedicaré un post), de Lewis Hine… yo hablé de Steve McCurry. Pero recuerdo una de aquellas exposiciones con especial cariño: la que estaba dedicada a Alberto Korda.

Todos conocemos la fotografía más reproducida de la historia: la hemos visto de mil maneras, sobre ropa, banderas, posters… es el retrato más conocido de Che Guevara, y sin embargo, para la mayoría de las personas el nombre del autor es totalmente desconocido (pasa un poco como con “El Beso” de Robert Doisneau de quién hablábamos la semana pasada). Su autor es Alberto Díaz, conocido como Alberto Korda (cambió su apellido por su semejanza a la palabra Kodak –estudios fotográficos más conocidos de Cuba-).

Nace en La Habana en 1928, en un barrio obrero llamado “El Cerro”. Hijo único, estudió Comercio, y cuando se graduó trabajó en una fábrica de jabones y detergentes, encargado de la publicidad. En su maletín de vendedor llevaba siempre una cámara de 35mm que le habían regalado a su padre, y en sus desplazamientos de trabajo por La Habana realizaba algunas fotografías.

En principio Korda se va a dedicar la fotografía publicitaría y de moda, pues se ve atraído por la belleza de la figura femenina. Para él el concepto de la belleza iba unido al concepto de la mujer, y la fotografía de moda le permitía estar en contacto con las mujeres más hermosas de Cuba. Paraba a las mujeres por la calle para ofrecerlas ser fotografiadas, así conocería a quien más tarde sería su esposa, Norka.
Norka

Autorretrato con modelo
Trasladó su estudio a la parte más glamurosa de La Habana, frente al Casino Capri, lugar emblemático de la noche habanera, donde los coches de gran lujo se mezclaban con la miseria. Este tipo de contradicciones llevó a Korda a desviarse de la fotografía de moda hacia la fotografía de la Revolución; no sería un guerrillero pero documentaría las desigualdades. Entró  a trabajar como voluntario en el periódico La Habana Revolución, desde donde comenzará a acompañar a Fidel Castro en sus viajes (jamás tendría un salario del gobierno de Castro durante los 10 años que le seguiría). Fidel Castro además le introduce en la fotografía submarina. Quedó impresionado por la belleza del fondo del mar, de hecho cuando el periódico abandona esa línea Korda lo dejará para crear un estudio dedicado tan solo a la fotografía submarina, a la que se dedicará 12 años.



La fotografía de el Che (Guerrillero Heroico), fue fruto casi de la casualidad: El Che estaba en la tribuna de una acto celebrado por las víctimas de un sabotaje de un barco belga; Ernesto dio un paso adelante y Korda tuvo tiempo de hacerle un par de fotografías que, en 1967, tras la muerte de El Che en Bolivia se convertirían en todo un símbolo de la Revolución, llegándose a declarar con la obra de arte más importante de todo el mundo occidental tras “La Giocconda”. Ese es ‘su legado a la humanidad, una muestra de su trabajo en su paso por el mundo’. 

Guerrillero Heroico


“Solo se ve con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos: eso es un fotógrafo. No las cámaras, no las lentes, no la técnica… eso,- dice Korda -, se aprende en un par de meses”.

Elena P. López
Dedicado a Candela Jiménez. 

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